amanecer

Un día
cualquiera


Lo que no cambia nunca, invariablemente de un viaje a otro, sea cual sea el país en el que nos encontramos, es la programación del día. Siempre transcurre del mismo modo. Cambian las gentes y los paisajes, pero el programa casi siempre es el mismo.
Nos levantamos antes de que amanezca, a la hora que sea (generalmente entre las 5:00 y las 6:00 de la mañana). Nos vestimos, un buen desayuno, nos lavamos los dientes y empaquetamos nuestras cosas. La idea es aprovechar al máximo las horas de sol, y ponernos a pedalear con las primeras luces. Nunca sabemos las dificultades que van a surgir en la ruta, cuánto nos vamos a demorar y cuánto nos va a costar encontrar alojamiento ese día.
Hacemos una parada a media mañana para tomar algo, en un pueblo o en mitad del camino, donde quiera que haya un sitio agradable. Luego seguimos hasta nuestro destino. No solemos hacer demasiadas paradas salvo que la ruta lo exija (cada 2 horas). Por lo general, con las demoras propias del viaje (paradas para hacer una foto, ajustar la bicicleta, estirar las piernas o comprar algo) solemos avanzar 10 ó 15 kilómetros a la hora. Por lo tanto, si hacemos 60 kilómetros de media al día y, si salimos a las 7:00 de la mañana, estaremos llegando en torno a la una. Luego la cosa varía de día en día. Si hacemos 80 kilómetros o nos demoramos más por cualquier visita. Del modo que sea, lo cierto es que no solemos llegar nunca ntes de las 15:00 ni después de las 17:00. Vamos a la oficina de información (si la hay) y buscamos el alojamiento, entramos a ver si es de nuestro agrado, nos instalamos, duchamos, vestimos, salimos a dar un paseo por el lugar, cenamos, y volvemos a nuestro alojamiento dando un paseo. Nos acostamos temprano.
Esto se repite día tras día.

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